Thursday, January 12, 2006

EL BUQUE ESMERALDA-IZUMI, LA MINERIA Y LAS NEGOCIACIONES COMERCIALES CON JAPON

(Publicado en AREAMINERA n° 4, diciembre 2005)

Raul F. Campusano Droguett
Editor Internacional

Hace más de cien años, en 1890, bajo el gobierno del Presidente Manuel Balmaceda, Chile estableció un Consulado General en Japón. Esto se hizo en el contexto del envío de varias misiones a ese país relacionadas con la colocación de nuestro salitre en ese mercado y en otros de esa región. En 1897, ambos países firman un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación y, en 1899, presenta sus credenciales al Emperador Meiji, el embajador Carlos Morla. Desde entonces, la relación entre ambos países ha crecido y profundizado en numerosos ámbitos y experiencias. Como no recordar aquí la historia del Crucero Esmeralda, barco lanzado al agua en 1883 y que comienza operaciones en Chile en 1884. Este barco constituía la última generación en tecnología militar marítima de la época y generó el interés de Japón, país que vivía momentos de intensidad tanto con China como con Rusia. La Esmeralda fue vendida a Japón, país que entendió la entrega como un gesto de amistad de nuestro país. El barco fue rebautizado como “Izumi” y tuvo una destacada participación en la guerra que Japón libró exitosamente con Rusia. El evento es poco recordado en Chile, pero en Japón sí se recuerda.

Hace menos de un mes, durante la Cumbre de Líderes del Foro Económico del Asia Pacífico, APEC, el Presidente Ricardo lagos anunció la iniciación de negociaciones para la firma de un tratado de libre comercio entre Chile y Japón. Muchas cosas han pasado entre la llegada de Morla a Tokio y el anuncio del Presidente Lagos, pero una de las cosas que ha permanecido durante el período, es el creciente intercambio comercial, entre Chile y Japón, marcando los minerales un segmento sostenido y significativo.

Y es que para Japón, el abastecimiento seguro y apropiado de minerales es una prioridad de su política exterior. Japón sabe de minería. Históricamente ha sido un país minero. Partes importantes de su historia han estado marcadas por el aporte de los metales a su economía, como por ejemplo durante la Restauración Meiji. Hoy, dentro del ámbito minero, Japón se caracteriza por sus excelentes cierres de minas, su gestión ambiental y sus fundiciones. La relación comercial entre Chile y Japón ha sido y es significativa.

Japón es uno de nuestros socios comerciales más importantes. Y sin embargo, el comercio ha crecido poco en los últimos diez años. Carlos Furche, Director de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería, ha declarado que el escaso dinamismo observado en el comercio entre Chile y Japón, en relación al resto del mundo, se debe a que el “proteccionismo japonés afecta especialmente a productos en los que Chile ha adquirido ventajas competitivas crecientes. Ello ha obstaculizado el aumento de las exportaciones chilenas especialmente en algunos rubros agrícolas. En estas condiciones, la evolución de las exportaciones a Japón se ha concentrado principalmente en commodities o en algunos productos específicos no sujetos a protecciones significativas como el salmón.” Furche agrega que también ha que considerar que Chile “ha suscrito una serie de tratados de libre comercio que han eliminado la protección arancelaria en bienes que, como maquinarias y equipos de transporte, compiten directamente con las importaciones del país asiático. Así las cosas, en los últimos años se ha presentado una pérdida de competitividad relativa de las importaciones japonesas con relación a los países con Tratados de Libre Comercio (TLC) en marcha, restringiendo así la demanda potencial de nuestro país por sus productos.” Finalmente, y sobre esta base argumental, concluye que “un TLC entre Chile y Japón parece ser el instrumento más apropiado para generar un nuevo impulso en el comercio entre ambos países. Esto permitiría, por una parte, aumentar la dinámica exportadora de Chile con la incorporación de nuevos productos a su comercio y, por otra parte, beneficiaría a Japón al revertir el impacto de desviación que le generan los acuerdos de libre comercio que ha suscrito Chile en los últimos años.”

En este contexto, en junio del 2001, las agencias de negociación comercial de Chile y Japón (DIRECON y JETRO) entregaron a las autoridades de ambos países un informe preliminar sobre un posible acuerdo de libre comercio bilateral. El informa había sido encargado el año 1999. En la Cumbre APEC de 2004, los presidentes Lagos y Koizumi, anunciaron la creación de un Grupo de Estudios Conjunto (GEC), el que se reunió en varias ocasiones desde esa fecha. En noviembre de 2005, el Grupo de Estudios Conjunto entregó su informe, recomendando iniciar negociaciones para firmar un Acuerdo Económico (Economic Partnership Agreement, EPA). Es significativo que el informe se refiere a lo largo de toda su extensión a un acuerdo de complementación económica y libre comercio (EPA/FTA), y sin embargo, al momento de expresar la recomendación, ésta ser refiere solo al “EPA”, dejando de lado el “FTA”.

El GEC está constituido por representantes del sector público, privado y académico de ambos países. Entre los miembros del sector público chileno en el GEC, hay representantes del Ministerio de Relaciones Exteriores, Hacienda, Economía y Agricultura. Sin embargo, no hay miembro alguno del sector público minero, salvo un representante de CODELCO que, curiosa y significativamente, aparece como representante del sector privado (Se habrá considerado inconveniente decirle a nuestros socios japoneses que CODELCO es una empresa pública, 100% pública, respecto de lo cual el gobierno ha sido bastante explícito negando siquiera la posibilidad de su transformación en sociedad anónima manteniendo todas las acciones, o se tratará de un error secretarial y de tipeo, como a menudo pareciera que terminan siendo estos lapsus). No está el Ministerio de Minería, no está COCHILCO, no está el CIMM y no está SERNAGEOMIN. Entre los miembros del sector privado, hay representantes de la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras, de la Sociedad Nacional de Agricultura, de la Asociación de Productores Avícolas, de la Asociación de la Industria Salmonera, de la Sociedad Nacional de Pesca, de la SOFOFA, de la CORMA, de MASISA, de la Asociación de Exportadores, de Vinos de Chile y de la Asociación Chilena de Productores de Vino. Sin embargo, del sector minero privado, no hay representante alguno. No está el Consejo Minero, no está la SONAMI, no están las empresas más relevantes, nacionales o internacionales.

El informe se hace cargo de los principales temas propios de un tratado de libre comercio y tiene unos párrafos destinados a la minería. Los representantes japoneses expresaron en el informe que la industria japonesa del cobre es tanto una compradora de cobre chileno como un inversionista de proyectos mineros en Chile de manera tal que las industrias de ambos países son complementarias. También expresaron que la eliminación de las tarifas al cobre podría llevar a la declinación de la industria de fundición de Japón y podría así afectar las inversiones japonesas a Chile y por ello insistieron en darle suficiente consideración a la sensibilidad de esa industria. En este contexto, un miembro de la industria de fundición de Japón insistió en que las regulaciones ambientales japonesas respecto de la función de cobre son más rígidas que las chilenas y eso implica que la industria japonesa carga con un mayor peso que la chilena en esta materia y que por tanto, las regulaciones ambientales de Chile en este tema debieran ser mejoradas en términos de protección ambiental global (El informe no dice su nombre, pero asumo que se trata del señor Shimpei Miyamura, Presidente, Director Representante y CEO de Mitsui Mining & Smelting Co., Ltd., ya que es miembro del GEC).

Los representantes chilenos (me pregunto quienes habrán sido, además del representante de CODELCO) expresaron que el término del proteccionismo y la eliminación de tarifas beneficiaría a ambas economías. Agregaron que el sector minero chileno reconoce la importancia del importante rol de la industria japonesa en el desarrollo de la minería en Chile durante las últimas dos décadas y también el importante rol de Chile como proveedor confiable y eficiente. De la misma forma, agregan que la excelente cooperación entre ambos países ha contribuido a la construcción y desarrollo de relaciones de confianza y también ha demostrado ser una fórmula ganadora. En efecto, son los consumidores, continúan explicando, los mayores beneficiarios de la reducción de barreras arancelarias fortaleciendo el crecimiento de la cadena productiva a través de un consumo vigoroso.

En relación con el tema ambiental, los representantes chilenos expresaron que se encuentran permanentemente trabajando en el mejoramiento de las regulaciones ambientales y que continuarán haciéndolo en el futuro, agregando que, se encuentran preparados para discutir regulaciones ambientales generales y establecer un capítulo ambiental en el posible TLC, no estiman apropiado abordar las regulaciones ambientales relacionadas con el sector de fundición de cobre de manera específica ya que las condiciones de cada país son diferentes.

Este intercambio de apreciaciones sobre el tema ambiental, particularmente los argumentos y apreciaciones de nuestros representantes, dan para una interesante reflexión, pero ya casi no tengo espacio y creo que habrá que dejarlo para una próxima columna. En resumen: Que bien que se avance en la negociación comercial con Japón; que curioso que la recomendación del GEC no señale explícitamente la conveniencia de negociación de un TLC; que lástima que el sector minero esté tan incompletamente representado en el GEC; y finalmente, compartir con todos que el sector minero seguirá siendo importante en las exportaciones a Japón por los años que vienen. La memoria del Izumi-Esmeralda está presente entre los japoneses. Recordémoslo también nosotros.

Los Temas de Futuro de la Minería

LOS TEMAS DE FUTURO DE LA MINERIA:
APUNTES PARA UNA AGENDA INTERNACIONAL EN EL SIGLO XXI
(Publicado en Areaminera, Junio 2005, www.areaminera.com )

Raul F. Campusano[1]

El mundo está cambiando y lo está haciendo a un ritmo acelerado. La revolución científica y tecnológica que se está viviendo se expresa virtualmente en todos los campos del quehacer e interés humano. Es difícil señalar cual de estos fenómenos, desde Internet a la biotecnología, está generando los cambios más significativos, pero todos ellos, en su conjunto, se encuentran configurando el rostro del mundo y la sociedad en que nos tocará vivir en el futuro próximo. La globalización es una expresión y resultado del fenómeno descrito y su mensaje claro y asertivo es que el futuro de las sociedades pasa por su capacidad de relacionarse entre ellas. En este contexto, nuestro país ha recibido con los brazos abiertos esta oportunidad y desafío, dejando atrás una cierta historia y aparente idiosincrasia aislacionista y solitaria. En efecto, nuestra agresiva inserción en los mercados internacionales, nuestra significativa participación en tratados comerciales que también tiene consecuencias políticas y sociales, nuestro creciente involucramiento en temas políticos internacionales y, en fin, nuestra mirada más abierta al mundo y a su diversidad y atractivo, colocan a Chile en una posición adecuada para enfrentar exitosamente el mundo del mañana.

La actividad minera, naturalmente, forma parte de este nuevo escenario. Para aquellos lejanos a la minería creo que les causaría asombro descubrir el largo camino que ha recorrido la actividad en los últimos maños y como ha integrado en su quehacer el estado del arte en los distintos aspectos de su gestión, no solo desde el punto de vista técnico y comercial (siendo ambos muy importantes), sino que también acogiendo las tendencias más actuales en medio ambiente, responsabilidad social corporativa, innovación científica y tecnológica, desarrollo de nuevos mercados, etc.

Sin embargo, y precisamente por lo acelerado de los cambios, explicado en el primer párrafo, todo esto no es suficiente y existe una agenda pendiente que Chile debe enfrentar. En algunas materias está más avanzado que en otras, pero en todas ellas hay temas que aún no se han abordado en forma suficiente. Entre ellos, quisiera proponer cinco temas para la reflexión y el debate:[2]

1. Una Legislación Sistémica de Cierre de Faenas Mineras

La actividad minera, en su historia, ha provocado algunos serios efectos negativos para el medio ambiente, efectos que no fueron subsanados al momento de terminar las operaciones. Los sitios mineros tendían simplemente a abandonarse y tales efectos en su conjunto son conocidos como la herencia negativa o “pasivo ambiental.” Existen diversas iniciativas en los países mineros para hacerse cargo de estos pasivos ambientales, iniciativas que han tenido y tiene un gran arco de indicadores de resultados ya que se trata de situaciones muy complejas desde distintos puntos de vista. Hay temas de responsabilidad civil extracontractual asociadas a la dificultad de probar la causalidad, la imputabilidad y la ejecución de sentencias, entre otros.

Por ello es que en la mayoría de los países mineros desarrollados se han dictado legislaciones y políticas sistémicas de cierre de faenas mineras, ya que si bien es cierto el tema del pasivo ambiental tiene dificultades inherentes a su naturaleza, no contar con legislación de cierre de faenas simplemente aumenta y perpetúa el pasivo ambiental.

En Chile no hay una legislación sobre cierre de faenas mineras y esta es una afrenta ante los compromisos de Estado frente a los ciudadanos y a la comunidad internacional. Mientras no se dicte esta legislación no será posible decir que Chile tiene una opción seria por la promoción y protección del medio ambiente y la salud de las personas. Y si esta opción no basta, la comunidad internacional y sus mercados se encargarán de recordárnoslo.

Hay una historia larga en esta materia, en la que quisiera destacar el trabajo de la segunda década de los noventa realizado por la Comisión Chilena del Cobre, apoyada por un número de especialistas y que contó con amplios espacios de participación para todos aquellos interesados. Se presentó una propuesta al Ministerio de Minería. También quiero destacar tres experiencias internacionales: el trabajo realizado con el apoyo del gobierno de Canadá (IDRC), los esfuerzos realizados para acordar un Memorando de Entendimiento sobre Cierre de Faenas Mineras en el contexto de la Conferencia Anual de Ministros de Minería de las Americas, y el capítulo sobre cierre de faenas mineras encargado por la Iniciativa de “Metales, Minería y Desarrollo Sustentable, MMSD” a COCHILCO y a una consultora nacional y que contó con el trabajo de especialistas de catorce países.

Hoy, la Comisión Chilena del Cobre y un grupo de especialistas privados han preparado una nueva propuesta de ley de cierre de faenas mineras. Todos miramos a ver que hará el Ministerio de Minería.

2. La Oportunidad e Imperativo del Medio Ambiente

Uno de los aspectos que más transformaciones ha tenido en los últimos veinte años ha sido la gestión ambiental de la actividad minera. Históricamente, la minería ha sido responsable de muy serios deterioros al medio ambiente y la salud de las personas. Negar esta realidad es pretender ocultar lo evidente y lo importante en realidad es observar el significativo avance logrado en los tiempos más recientes. La protección de la salud de las personas y la promoción y protección del medio ambiente son, sin lugar a dudas, algunos de los principales imperativos de la actividad minera hoy, primero y principalmente porque así debe ser desde una perspectiva ética y valórica, pero también porque no hay alternativa y buscarla sería sustraerse a los signos de los tiempos y al clamor y exigencia de hombres y mujeres en todo el mundo, desde las comunidades locales hasta los directorios de las empresas mineras multinacionales, pasando por los reguladores gubernamentales, las organizaciones no gubernamentales ambientales, sociales y de derechos humanos y las ciudadanías cada vez más concientes del mundo preferido en el que desean vivir ellos y el resto de sus semejantes.

Y así ha sido. Las empresas mineras multinacionales han integrado la gestión ambiental como parte central de su actividad y compromiso. De esta forma, el imperativo ambiental es bienvenido ya que se comparten sus postulados y valores. Desafortunadamente, hay algunos por ahí, en nuestro medio y afuera, que siguen señalando que las exigencias ambientales son una amenaza y un peligro para la actividad minera nacional e internacional y que corresponde a postulados foráneos y ajenos a nuestra tradición. Nada más equivocado que tal postura. El medio ambiente no es enemigo de la minería, sino que por el contrario, un necesario apoyo para el éxito de su actividad. Forma parte del sentir más profundo de los distintos sectores del país y solo cabe preguntarse y discutir cuáles son las mejores y más adecuadas formas de concretar su promoción y protección.

Ahora bien, sin perjuicio de lo anterior, y es una situación distinta, una de las tareas permanentes asociadas a la actividad minera (y a otras, por cierto) es proteger el libre comercio de las prácticas que atentan contra su normal funcionamiento y en ese contexto es pertinente identificar, denunciar y luchar contra prácticas proteccionistas que utilizan dolosamente consideraciones aparentemente ambientales para mantener la primacía en mercados internacionales. Contra estas prácticas, que duda cabe, la acción debe ser asertiva y eficaz.

Finalmente, si bien es cierto que se ha avanzado un largo trecho, estamos aún lejos de haber logrado el cumplimiento de la agenda ambiental relacionada con la actividad minera. Los pasivos ambientales, la falta de una ley sobre cierre de faenas mineras, la contaminación de aire, suelo y agua, el insuficiente tratamiento de drenajes ácidos, y la ocurrencia de episodios serios de deterioro ambiental son solo algunos de los temas pendientes que deben enfrentarse as la brevedad. Más allá de las consideraciones éticas, sin avances reales en estas materias difícilmente podrá mantener una posición de líder en los mercados internacionales.

3. Asia y en Particular los Mercados de China e India

Durante los años ochenta, y frente a cierta dificultad de colocar adecuadamente nuestra producción cuprífera en los mercados tradicionales, Chile descubrió el mercado japonés. Este país se convirtió rápidamente en uno de nuestros principales compradores de cobre (por momentos ha llegado a ser el principal comprador) y eso abrió un horizonte promisorio para nuestro país. Sin embargo, es difícil creer que en esa época se hubiera llegado a vislumbrar lo importante y necesario que el mercado asiático se convertiría para Chile. Más aún, es posible que nadie haya previsto entonces lo que tiende a suceder una vez que el comercio se establece: comienzan a aparecer nuevos vínculos en lo político, lo social y lo económico (desde APEC y la reunión de Líderes de 2004 a la proliferación de restaurantes japoneses y el interés creciente por Asia entre los chilenos).

En los años ochenta y noventa se abrieron y crecieron varios mercados en el Este de Asia, destacando Japón, Corea, Taiwán y China. Cada uno de estos mercados tiene su historia y su especificidad e importancia para Chile, pero ciertamente cabe destacar aquí el caso de China, un país que ha venido creciendo en los últimos quince años a un promedio sobre el 9% anual y que cuenta con más de un sexto de la población mundial. China se está desarrollando en forma acelerada y ya ha comenzado a hacer sentir su voz, entre otras materias, expresando su necesidad de contar con materias primas e insumos para su proceso de modernización e industrialización. Actualmente se está llevando a cabo un proceso de negociación entre Chile y China que eventualmente podría derivar en la firma de un tratado de libre comercio entre ambos países. El tema tiene sus complejidades y sin duda habrá dificultades que sortear, pero las posibilidades que se abren a Chile en general y a su sector minero en particular son enormes (como pareciera ser todo en China).

De la misma forma, y guardando las diferencias, aunque también observando las semejanzas, la India se está levantando como otro gigante regional y mundial (que ya lo era en cuanto a población, territorio y riqueza cultural e histórica) en su avance hacia la modernización y el desarrollo y que la lleva también a tener una fuerte necesidad de insumos y materia primas.

Entonces la pregunta es si se ha hecho algo para promover la relación de Chile con Asia y la respuesta es que sí, y bastante (aunque nunca será suficiente al parecer y siempre queda una colina más que conocer en el horizonte). Primero con nuestro ingreso al Foro de Cooperación Económica del Asia Pacífico, APEC, el año 1994. También con el Tratado de Libre Comercio firmado el 2003 con Corea y con el aumento de las relaciones bilaterales con la mayoría de los países del Este Asiático (Australia, Nueva Zelanda y Rusia incluidas).

Desde la perspectiva más concreta de la actividad minera también hay hitos que pueden destacarse. Primero la creación el año 1996 del Grupo Experto en Minería de APEC, GEMEED. Segundo, la realización en Chile el 2004 de la Primera Reunión de Ministros de Minería de APEC. Ambos eventos han pavimentado la participación de nuestro sector minero en las conversaciones y redes de lo que aparece hoy como nuestro más relevante mercado actual. Mas importante aún, de lo que aparece como nuestro más relevante mercado en el futuro.

Sin embargo, queda mucho por hacer en Asia aún y desde ya pareciera que la agenda debiera integrar los siguientes aspectos:

Fortalecer el vínculo creado con Corea a través del tratado de libre comercio.
Promover las firma de un tratado de libre comercio con Japón y con China.
Aumentar el acercamiento con India.
Cuidar los mercados de Taiwán y otros países de la región.
Reformar GEMEED para evitar su caída en la irrelevancia y transformarlo en una herramienta al servicio del desarrollo adecuado de la minería en la región.
Preparar en forma protagónica la agenda temática de la Segunda Reunión de Ministros de Minería de APEC, la que se llevará a cabo en octubre de este año en Corea.

4. El Desafío de la Innovación Científica y Tecnológica en Minería

Así como a menudo al reflexionar sobre los distintos problemas de nuestra sociedad (desde la pérdida de la amabilidad y la consideración, hasta la falta de imaginación y creatividad ante un mundo cambiante) se termina concluyendo que la raíz de tales problemas está en la educación, de la misma forma, todo parece indicar que el salto de nuestro país al desarrollo pasa por aumentar significativamente nuestra capacidad de innovación científica y tecnológica. Esta realidad general forma parte también del predicamento de nuestro sector minero.

Sin embargo, antes de abordar este tema directamente, quisiera hacerme cargo de un mito que obscurece la reflexión en esta materia. Suele escucharse el siguiente argumento tanto entre legos como entre ilustrados: “la minería es el negocio de exportar piedras y eso naturalmente está destinado al fracaso y al subdesarrollo ya que lo que en realidad debiéramos exportar son bienes con valor agregado significativo como computadores, maquinaria y electrodomésticos de alta tecnología y naves espaciales” (bueno, lo de las naves lo agrego yo, pero es para subrayar el punto). Esta aseveración contiene dos errores fundamentales que quisiera exponer. Primero, aquellos que piensan que la minería es simplemente el negocio de exportar piedras probablemente no se han acercado a un proyecto minero en los últimos treinta años. La actividad minera en Chile utiliza (y en algunos casos ha desarrollado) tecnología de punta y con el estado del arte en el campo. Solo de esta forma se puede entender la creciente competitividad de la minería en Chile frente a yacimientos con leyes cada vez menores y a la aparición de reservas en numerosas partes del mundo. La pregunta entonces pareciera no ser qué se hace, sino cómo se hace y la respuesta en Chile es que la minería se hace con alta tecnología y es muy competitiva en el mundo.

Pero analicemos también la segunda parte de la aseveración, esto es, que debiéramos exportar bienes de alta tecnología. Ciertamente a mi también me gustaría, pero para ello no basta con quererlo, sino que hay que generar las condiciones para que tal industria sea competitiva internacionalmente (sino, recuérdese nuestra experiencia en fabricación de automóviles). Una industria altamente tecnologizada no se crea desde la nada, sino que requiere de varios factores, uno de los cuales es precisamente el desarrollo de una industria exitosa que nos permita generar el entorno apropiado para el salto que se propone. La minería en Chile cumple con ese requisito y su gestión está construyendo el entorno necesario para el mencionado cambio.

Con esto en mente, podemos analizar el tema de la innovación. Este necesario entorno que nos entrega la minería exitosa (y cada día más acompañada de otras actividades exitosas como la forestal, la frutícola y la salmonera) no es suficiente para dar el salto al desarrollo. El ejemplo de varios países asiáticos que han avanzado significativamente en su grado de desarrollo en los últimos años pareciera mostrar que, entre otros, han aplicado una combinación de excelencia educacional con una gran capacidad de innovación científica y tecnológica. Allí pareciera estar parte de la estrategia y la pregunta que surge es si Chile está aplicando esta combinación de educación e innovación. Aunque hay algunos signos esperanzadores, la respuesta pareciera ir en el sentido negativo y por ello pareciera que uno de los grandes desafíos del momento es avanzar en innovación científica y tecnológica.

5. Las Nuevas Tendencias de Responsabilidad Social y la Actividad Minera

Un astronauta comentaba alguna vez sobre el efecto de ver el planeta desde el espacio. Pareciera que la perspectiva cambia y que se abren nuevas puertas de percepción (como dijo Blake, no Morrison) y discernimiento. Algo así parece estar sucediendo en las mentes de muchas personas que, una vez que han logrado superar la etapa de la supervivencia, comienzan a observar una cierta unidad de entorno y destino compartido para los habitantes del planeta (humanos y otros, de acuerdo con una segunda derivada en esta observación). Algo así pareciera estar sucediendo en algunos sectores de la minería en el mundo (ayudado ciertamente por la voz de numerosos líderes sociales y organizaciones no gubernamentales y tal vez también por cierta incomodidad sobre algunos aspectos del pasado lejano y a veces no tan lejano de la empresa).

El punto es que cada día hay más empresarios que entienden que cumplir con la legislación nacional (laboral, ambiental, tributaria, etc.) no es un techo, sino que un piso de su gestión. No es un mérito cumplir la ley, es una obligación. Pero pareciera haber algo en esto del mérito que quisiera ser más explorado y es así como alguno comienza a observar y a escuchar. Y ciertamente en países como el nuestro las voces se convierten en clamor y en grito (que sin embargo, pocos se detiene a escuchar por lo que ya parece mérito significativo que un empresario minero, y más aún si es extranjero, lo haga). Hay tanta necesidad y tanto por hacer.

En el contexto de lo señalado surgen ideas y aproximaciones novedosas que hablan de responsabilidad social de las empresas, de licencias para operar y de licencias para prosperar. Todas estas son expresiones más o menos adecuadas que buscan hacerse cargo de esta percepción más iluminada que tiene que ver con la percepción de unidad de destino, de responsabilidad desde el éxito y desde la búsqueda de mérito.

En Chile hoy son numerosas las expresiones de responsabilidad social de las empresas mineras que se están desarrollando y que auguran un futuro mejor, sin perjuicio del largo camino que queda por avanzar aún, pero quisiera referirme aquí a una iniciativa extranjera: la Alianza Post Minera. Esta iniciativa, que se basa en los postulados sentados por el proceso y hallazgos del MMSD, postula un acuerdo entre las empresas mineras, las comunidades locales y los gobiernos para enfrentar en forma planificada, anticipada y concordada el período posterior a la actividad minera, esto es, una vez que la empresa cesa sus operaciones y se retira del lugar.

Hace poco estuvieron en Chile los gestores de la Alianza Post Minera y se dedicaron a dar a conocer su proyecto en distintas partes del país. La acogida fue muy calurosa por todos los sectores. Resta ahora observar qué sucede y en qué se concreta este entusiasmo y apoyo inicial. De lo que parece no caber duda es que la responsabilidad social de las empresas ha llegado a Chile para quedarse. Algunos lo entendieron ya, a otros les tomará algún tiempo.



[1] Abogado de la Universidad de Chile, Master en Derecho de la Universidad de Leiden Países Bajos, Master of Arts, Universidad de Notre Dame Estados Unidos; profesor de derecho internacional especializado en temas comerciales, ambientales, mineros y asiáticos de la Academia Diplomática, Universidad del Desarrollo, Universidad Central y Universidad La República. Socio de INGEDER Consultores y antiguo colaborador de Areaminera.

[2] Por supuesto, cada uno de estos temas daría para un artículo completo y mucho más. Por razones de espacio eso no es posible aquí, pero la idea es plantear los temas y que su desarrollo se pueda hacer más adelante.

LUKE DANIELSON: “Humans don’t exist to serve mining. Mining exists to serve humans”

¨Published in AREAMINERA N°2, August 2005)

THE WORLD OF MINING
Raul F. Campusano, International Editor

“We come from many different cultures, and often face different pressures and priorities. But we are all consumers of minerals, and passengers on the same small blue planet. We share a common future.” With these words, Luke Danielson began his address to the Ministers responsible for Mining in the Asia pacific Region, last year in Antofagasta.

With this issue Areaminera begins a new section: “The World of Mining” whose aim is to present to our readers main actors of the mining activity from all over the world, stressing in this way that we are part of a wider and larger community.

Our first guest is Luke Danielson and it was not difficult to make this decision considering the long and relevant experience Luke has regarding some of the most relevant and interesting initiatives, debates and challenges related to the mining activities.

Luke Danielson is a lawyer by profession, a professor of environmental law by option and a main stakeholder of the world mining activity by the forces of nature and destiny. He is a leading authority on the legal structure and functioning of environmental impact assessment systems and environmental issues in the natural resource and energy industries. He was the Project Director of the largest worldwide research effort ever undertaken on how mining investment can support sustainable development, the Mining, Minerals and Sustainable Development Project, headquartered at the International Institute for Environment and Development (IIED) in London.

Danielson was the first Director of the Mining Policy Research Initiative, a project of the Canadian International Development Research Centre. As such, he was responsible for funding and conducting research on the links between mining and sustainable development in the 23 countries of Latin America and the Caribbean. Prior to that, he was Visiting Professor at the University of Chile, teaching environmental law in the Faculty of Law. He has also taught courses on environmental and natural resource management, environmental issues in the mining industry, and international mineral development at university faculties in the US and South America.

Luke has been a partner in several US law firms, specializing in environmental litigation. He has undertaken consulting projects for the Cuban Ministry of Science, Technology and the Environment, the Chilean Ministry of Mining, the Chilean national environmental agency, amongst others, and has advised a number of energy and natural resource corporations, NGOs and government agencies in South America on issues relating to the environment and to indigenous peoples. Luke has recently completed a major study of state mine reclamation programs in the United States and has a forthcoming comparative study of the legal aspects of mine reclamation programs in eight world mining countries. He has also written comparative studies of environmental impact assessment systems in several South American countries. He has served on numerous boards, committees and panels related to conservation, natural resources, mining and energy.

Mr. Danielson, you have a long experience in the international mining sector, but I understand that your expertise was originally environmental law. How did you get into the mining world?

I come from one of the world’s most important historic mining regions, the western United States. We have to remember that after all the talk about globalization and the internationalization of the mining industry; this is still a major mining region. Indeed, in 2004, there was more exploration money invested here than in Chile – almost as much as in Chile and Peru combined. So despite the talk of the death of the U.S. mining industry, there is still a lot of life in what some talk about as if it were a corpse.

For someone interested in environmental management in this part of the world, it is hard to avoid being drawn into discussions of mining. We have at this stage a history of almost 150 years of intensive mining, much of it conducted under the values and attitudes of the past, which is to say that its environmental consequences are very obvious, and generally not very good publicity for the industry. In my home state of Colorado alone we may have 25-30,000 abandoned mine sites. Perhaps ten percent of those have significant environmental problems. And perhaps ten percent of those – one percent of the total – are responsible for very serious forms of damage to the environment, on and off site.

Few of these sites are currently generating any revenues. So it is not clear where the funds can come from to deal with these environmental problems. We have made some progress, but have far to go. Most of all, however, I am interested in the problems of environmental management in the mining industry because they are very difficult challenges. Why should we work on easy problems?


You have been several times in Chile and even worked here. Could you tell us about your experience and activities in Chile?

I first came to Chile to explore the potential for cooperation on air pollution issues in the Metropolitan Region. Denver, the capital of my state, has a significant air quality problem. We had benefited by a cooperative agreement with Mexico City, which has similar problems. And we wanted to see if extending this to a three city agreement would have benefits. I believe it did.

I was fortunate enough to be invited to teach environmental law at the Faculty of Law of the University of Chile, and to receive a Fulbright fellowship to do that.

In my years in Chile I did consulting projects on a variety of issues with a number of government agencies, including CONAMA and the Ministry of Mining.

It was very exciting for me to be in Chile during the years of rapid development of environmental law, not least because Chile is a country that takes its legal system seriously, respects the role of law in regulating social processes, and takes protection of its natural patrimony seriously as well.

Personally, I will always feel that Chile has become part of my life, from its beautiful landscape to the intellectual dynamism of the country, and the close friendships I have formed there. And if you are interested in mining, Chile is part of your life.

You were the Director of the Mining Minerals and Sustainable Development Project (MMSD), perhaps the largest and more relevant international initiative related to mining and sustainable development ever. Could you elaborate about the scope and purpose of the MMSD and its projections now that the project is over?


It seems clear that this industry has the potential to bring investment and development to regions of the world where it is very difficult to attract most other kinds of economic activity. It is also clear, however, that in the absence of some set of government framework or understood rules, that investment does not necessarily lead to development, or does not lead to the kind of development that benefits the poor, or respects environmental limits. So there is an urgent need to develop some set of criteria for distinguishing between minerals investment that is supporting the process of sustainable development and that investment which is retarding that process by damaging the environment, imposing the cost of development on the poorest members of society, or undermining integrity in the organs of the state.

No one should have expected any single research project to have solved the problems of such a complex and varied industry. A reasonable expectation was that it would make significant progress in moving toward a set of understood expectations about what mining investment should – and should not – be expected to achieve.

This is much more complex that simply setting up a single environmental standard: the environmental issues in the Indonesian rainforest are very different from the desert of Mongolia. It is also much more difficult than setting up a single standard for health impacts of projects, or community development – the needs of communities in Australia and Zambia may be very different.

Fundamentally, it is not about a set on numerical standards or engineering criteria but about how decisions get made and who gets to participate in making them.
In my view, we are getting very close to a set of standards that will be used for certification of minerals products. Indeed, there is already a system in place for certification of diamonds. This may well spread quickly to gold. There are beginnings of this movement with other minerals, including copper.

MMSD is hardly the only process that has worked in this direction in recent years. There is the international code for the management of cyanide in the gold mining industry. There is the mining and metals sector supplement of the Global Reporting Initiative. There are the Equator Principles and the Safeguard Policies of the World Bank Group, and the Global Compact of the United Nations. And there is much more.

None of these is perfect, and none of these is an end in itself. But from all these efforts is emerging a set of norms. And already we can tell the difference between the people who are understanding, internalizing and applying these norms and the people who are not. And soon consumers, lenders, insurers, stockholders and others will very easily be able to tell the difference between those who comply and those who do not. And business will be easier and more profitable for those who adopt these principles and can prove it. If MMSD marks a milestone on the path to this new kind of industry, it served its purpose.

Do you think mining is a sustainable activity?


Humans don’t exist to serve mining. Mining exists to serve humans.

The question is therefore not whether mining is sustainable but whether mining can contribute to the sustainable societies we need to build. How good is mining at meeting human needs? We are far beyond the idea that “you need our products, and must therefore be prepared to accept the consequences, whatever they may be.”

The truth is that all societies have far more evolved and sophisticated expectations of what they want from this industry and how they want it to meet their needs. They may want iron, but they also want education. They may want copper, but they also want water. They may want coal, but they also want improved health.

Success today means managing to meet these expectations on at least three levels: International expectations for protection of reputation and responsible business practices as expressed by international codes of conduct, financial institutions and others; national expectations for development benefits as expressed in legislation and policies of government; and the expectations of the communities in which a company does business. One out of three or two out of three won’t do. A successful operation needs to be successful on all these levels.

While it is hard to imagine the human race doing without any mining, it is not hard to imagine that if the industry is seen as damaging to these other development objectives, we will have less of it, and it will be less profitable.

So no individual mine will stay open forever. But the industry can and should be part of a transition to societies that provide a better level of existence for the poor, with greater respect for ecological limits.

What can you tell us about the Post Mining Alliance?

One of the reasons that managing mining for sustainable development is such a challenge is the fact that it requires us to see and manage over very long time scales. Mining moves more material than any industry in the world. Moving material is its principal cost. Wherever we put it, it is likely to stay for a very long time.

So we have developed a concept of planning for mine closure, which has allowed us to make very great progress in reducing the environmental impacts of mining. But we are just starting to look at the idea of social conditions post closure, developing economic activities that can be sustained post-closure, and integrating the environmental, social, and economic factors to create really positive post-mining outcomes. I have no formal connection with the Post Mining Alliance, but I am an enthusiastic supporter.

The Post Mining Alliance is an exciting and positive step that may be able to get us beyond the government vs. industry or industry vs. environment paradigms to think about what each set of actors can contribute to finding more and more positive post mining results.

What are your current activities and plans?

I am enjoying consulting, writing, and trying to promote thoughtful discussion of the role of the minerals industries in what is after all our shared future.